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El efecto-espejo en los perros

¿Cuántas veces has oído decir, o tú mismo has dicho, que el perro se parece al dueño? ¿Cuán consciente eres de que tu perro es un reflejo de ti?

Se nos hace muy fácil juzgar a los demás por su «mal» o «buen» comportamiento, pero, a la hora de auto-observarnos a nosotros mismos, ponemos todo tipo de excusas para no ver que somos exactamente lo mismo que hemos juzgado en los demás.

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Culpar a otros de «los problemas» con los que nos encontramos o que hemos podido tener con nuestro perro, es un círculo vicioso que no lleva a ninguna parte.

Quizás, después de «encontrar culpables», nos sintamos bien temporalmente, pero, tarde o temprano, la situación se vuelve a presentar hasta que aprendamos a verlo de otra forma; hasta que aprendamos a perdonar.

Vamos a poner ejemplos prácticos para entender de lo que estamos hablando:

Decimos: «El perro es «malo» (o «agresivo») porque su dueño también lo es» o «Mi perro tiene «miedo» a los perros porque le han mordido varias veces». La cuestión radica en buscar culpables.

Si bien nos puede parecer que hay cierta «verdad» en lo que se dice, no es verdad. No hay culpables.

Primero de todo, no tenemos ni idea de las experiencias y de la realidad de los demás, ni de las personas ni de los perros. No podemos juzgarlos sin haber vivido lo que ellos han vivido desde el día en que nacieron. O sea, no podemos juzgarlos en absoluto, porque, si hubiéramos nacido y tenido exactamente las mismas vivencias y experiencias que ellos, hubiéramos hecho exactamente lo mismo.

Esto no quiere decir que se estén defendiendo sus actos, sino que merecen perdón y no ser juzgados como «buenos» o «malos».

Así que, el perdón debemos aplicárnoslo a nosotros mismos en primer lugar, por haber juzgado a los demás de forma insensata y sin ser conscientes de la totalidad.

Detrás de todo comportamiento «problemático» o «conflictivo» hay miedo.

A.M.C.–CAN

No es el miedo por parte del perro el que crea el «problema», sino nuestro miedo.

El perro no tiene «problemas». El perro actúa tal y como piensa y siente, sin contradicción. Él mismo no considera que tenga problemas de ningún tipo.

Volvamos al ejemplo: «El perro es «malo» (o «agresivo») porque su dueño también lo es».

La «agresividad» es fruto del miedo.

Es importante no confundir la «agresividad» con el lenguaje propio del perro para comunicarse; ladrar, gruñir, enseñar los dientes, dar un pellizco. Esto son las simples maneras que tienen los perros de decir «No«; «No quiero«, «No me gusta«, «No te acerques«, «Fuera de aquí«, etc. Y no hay nada de malo ni de «agresividad» en ellas. Están en todo su derecho de expresarse tal como piensan y sienten.

Cuando hablamos de «agresividad» aquí, nos referimos a la intención de «hacer daño» o de «matar».

Los perros no nacen con semejantes ideas. No tienen la intención de hacer daño ni de matar a nadie, pero pueden aprenderlo de nosotros, de ti y de mí.

Enseñar con miedo es enseñar a poner defensas y a protegerse.

Si tienes miedo, si tienes que poner defensas o crees necesitar protección en contra del mundo y de los demás, estarás predispuesto a atacar, es decir, a «hacer daño» o a «matar» para protegerte y defenderte porque crees que los demás pueden y quieren hacer lo mismo que tú.

Quien no tiene miedo, no necesita defensas ni protección de ningún tipo y, por lo tanto, no atacará ni verá que nadie, ahí fuera, es una amenaza ni quiere hacerle daño.

A.M.C.–CAN

Los humanos somos los únicos que pensamos en «matar» y «hacer daño», que necesitamos defensas y protección psicológica constantemente. Los animales, en cambio, viven felizmente despreocupados. Confían en la vida y en el mundo que les rodea. Si, en algún momento, tienen que «proteger», es decir, tienen que cuidar a su cuerpo para seguir viviendo felizmente despreocupados, lo harán y aprenderán de las situaciones vividas, pero no mantendrán pensamientos de defensa y de ataque en su mente.

Para los humanos que, casi todo nos supone una amenaza, es lo que enseñamos: defensa y ataque.

Cuando decimos: «El perro es «malo» (o «agresivo») porque su dueño también lo es», en efecto-espejo deberíamos decir: «El perro es «malo» (o «agresivo») porque nosotros, los humanos, tenemos miedo y es lo que enseñamos».

Tú también eres como la persona o el perro al que juzgas, en algún u otro nivel, si no, no los juzgarías. No lo podrías ni reconocer. Inclúyete.

Una persona que enseña «agresividad» o «con agresividad», tiene miedo. Una persona que enseña «con miedo», también enseña «agresividad» porque, al creer que puede ser atacado, cree necesitar defensas y, por lo tanto, atacará para defenderse.

Para que se entienda mejor a dónde quiero llegar…

A un perro «agresivo», no necesariamente «su dueño» le ha enseñado conscientemente a «ser agresivo», sino que, «su dueño», ha podido tener miedo de lo que le pueda pasar a él mismo o a «su perro», es decir, de lo que los otros le puedan hacer o de lo que su perro o él mismo pueda hacer a los demás.

«Su dueño» le ha enseñado a «su perro» (inconscientemente) que tiene miedo, que necesita poner defensas y protegerse. Ya lo puede haber hecho con «todo el amor del mundo» diciendo cosas como «Lo hago por él» . Eso, no es amor; es miedo. La sobre-protección es miedo.

«Su perro», al ver que «su dueño» tiene miedo constantemente y que necesita defensas y protección, acaba asumiendo el papel que se le enseña y manifestando «agresividad» o «miedo», es decir, «ataque y defensas» para proteger a su dueño o a sí mismo.

¿Se entiende?

Sigamos con el otro ejemplo: «Mi perro tiene «miedo» a los perros porque le han mordido varias veces».

Que un perro muerda a otro, es normal. Que un perro quiera «matar» y «hacer daño» a otro, no. Lo primero, forma parte de su naturaleza, de su forma de comunicarse. Lo segundo, es el efecto de haber aprendido de nosotros, de nuestro miedo mental, no es natural.

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Un perro, tras haber sido mordido por otro perro, irá con cierta cautela, pero no tendrá miedo psicológico. No culpará al otro ni se sentirá víctima de lo ocurrido. Puede que chille, que huya, que también muerda al otro, pero, muy pronto, se le pasará y, posiblemente, acaben haciéndose amigos si nosotros no estamos por ahí. No quieren «hacer daño» y «matar», solo se estaban comunicando.

Pero, la percepción humana es muy diferente. Como nosotros pensamos en «hacer daño» y matar», pensamos que los demás también quieren hacer lo mismo, que son como nosotros. Entonces, no vemos, ni damos espacio para ver, lo que en realidad el perro Es y lo que está ocurriendo.

Solo vemos nuestros propios pensamientos de «muerte». El miedo nos ciega y tomamos el papel de «salvadores»; tenemos que «salvar» a nuestro perro de los «demonios» del mundo. Y, bajo esos pensamientos de locura, nos comportamos como locos; culpamos e insultamos a los demás, tratamos a nuestros perros como si fueran «víctimas«, con sentimientos de pena y protección desmesuradas. Proyectamos nuestros miedos hacia fuera.

«El perro que tiene «miedo» a los perros porque le han mordido varias veces», no se le ha enseñado a valerse por sí mismo ni a confiar en sí mismo ni en los demás. Posiblemente, no solo en esa situación en la que un perro le muerde, sino en muchas otras y en el trato diario que reciben de nosotros.

Y volvemos a las mismas, ¿por qué no enseñamos a los perros a que confíen en sí mismos y en los demás? Porque nosotros, los humanos, no lo hacemos entre nosotros. Ellos son nuestro reflejo.

Cuando decimos: «Mi perro tiene miedo a los perros porque le han mordido varias veces», en efecto-espejo deberíamos decir: «Mi perro tiene miedo a los perros porque, yo, tuve miedo la primera vez que le pasó y sigo teniéndolo».

Esto cambia radicalmente la situación. No solo vemos el «problema» en nuestro perro y/o en los demás, sino que, nos hacemos conscientes, de que nosotros formamos parte del «problema» porque, somos nosotros, los que hemos visto un «problema» ahí fuera que ni existía.

De esta forma, no culpamos ni hacemos víctimas a nadie de lo ocurrido, ni a nosotros mismos. Simplemente hemos pensado y actuado bajo el «miedo mental«, fruto de la imaginación y, al darnos cuenta, podemos corregirlo de inmediato. Nos hacemos responsables.

Si lo hacemos, si nos damos cuenta de que el miedo nos ha invadido la mente, podemos generar paz al instante en esa situación «tensa» y «conflictiva» y actuar con calma y lucidez, si es que tenemos que actuar. Es lo que haría un perro de forma natural. Solo es necesario que observes tu forma de pensar.

La naturaleza del perro no es tener miedo, sino desarrollar la confianza.

A.M.C.–CAN

Este tema da mucho de que hablar, el comportamiento de los perros nos concierne mucho más de lo que pensamos. Lo que vemos en ellos, nos ayuda a nosotros a mejorar como personas día a día.

Todo lo que pensamos de ellos, lo pensamos de nosotros mismos, tanto en lo «bueno» como en lo «malo». Se trata de aprender a discernir de lo que es Verdad de lo que no.

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1 comentario en «El Efecto-Espejo en los perros – Miedo y Agresividad»

  1. Me ha parecido muy interesante. A mi perra la mordió un perro adulto cuando era cachorrita. Yo no estaba presente en ese momento ya que iba de paseo con un familiar. La mordida pudo haber sido fatal, ciertamente. No sé si la intención del otro perro era matar a mi perra, pero pudo haber acabado mal.

    Cuando salía de paseo con ella y llegábamos a donde se había producido el ataque, se paraba en seco y daba la vuelta. No quería pasar por allí por más que yo lo intentase cada día. ¿Por qué si yo no tenía miedo, ella sí lo sentía? Imagino que hay casos y casos. Ella era una cachorra de a penas 4 meses y aún no había tenido mucha socialización positiva hasta ese momento. Creo que aquello la marcó mucho.

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